Vivir cristianamente: la pobreza como valor y la Iglesia ideal
Más o menos en la misma época en la que el Papa impulsa las reformas para ser el primero en la cristiandad, aparece otro deseo de vivir cristianamente, identificada con el ejemplo de Jesús de Nazaret y los apóstoles. Le llamaban «la verdadera vida apostólica».
Promueven una vida de predicación, de renuncia (a los bienes, al mundo, a la carne), una vida de pobreza (seguir pobre, seguir desnudo al Cristo desnudo). Es una aspiración que se va extendiendo poco a poco, cada vez más gente la va compartiendo.
Esta pobreza evangélica se entiende de manera literal (no figurada o alegórica). Rechazan la distinción entre pobreza espiritual y pobreza material. Hay referentes bíblicos: la pobreza según San Pedro es espiritual; según Lázaro, la pobreza es material.
Estas personas que promueven el vivir según las enseñanzas de los apóstoles no creen que la pobreza sea solo algo espiritual, ni tampoco es algo solo de bienes: se considera la dimensión moral de la pobreza como un valor. Para estos cristianos, es un valor positivo. Por lo tanto, la riqueza es un vicio. El pobre está cerca de Dios, en tanto que el rico está preocupado por sus bienes materiales.
Esto es algo nuevo, al menos expresado en esta radicalidad, expresado en tales términos. Es algo que viene, eso sí, de corrientes de muy antiguo, de Jesús de Nazaret (a su vez continuador de profetas del Antiguo testamento judío) y del primer cristiano.
Al principio, la propia Iglesia sostiene estas aspiraciones. Sin embargo, son los cristianos laicos (esto es, los que no pertenecen estrictamente a la Iglesia) los que defienden estas aspiraciones, lo cual es también una novedad. Luego, esa aspiración es reconocida por la Iglesia.
Estos laicos incluso llegan a predicar. Eso la Iglesia lo ve con mucho recelo. Predican hasta las mujeres. Todo ello con la justificación de estar siguiendo el ejemplo de Jesús y los apóstoles. También empiezan a leer ellos mismos los Evangelios. Algunos los leen en latín; otros, en lengua vernácula.
Lo que se está construyendo es el ideal de vivir cristiano, lo cual implica también construir en cierta forma lo opuesto. Al decir «Los verdaderos pobres son lo ideal» se está marcando y describiendo lo real, lo que no es ideal. Y se entiende que existe una aspiración de llegar al ideal. Por eso se introduce, junto con estos anhelos una capacidad crítica. Capacidad crítica que sirve para criticar a la Iglesia real en nombre de una Iglesia ideal. Cuando estos laicos ven que a pesar del apoyo inicial la Iglesia no quiere ir más allá entra en juego la crítica a la Iglesia.
Ver también: El cuerpo de Cristo, judíos y musulmanes en el siglo XIII