La formación de Perceval como caballero

Un personaje aparece ante el lector: se trata de Perceval, aunque él mismo sólo conocerá su nombre en la culminación de un proceso de búsqueda de su identidad. Su madre le ha aislado cuidadosamente del mundo civilizado, le ha formado como cristiano pero sin posibilidad de visitar jamás una iglesia, y desde luego ha impedido por todos los medios que entrara en contacto con el mundo de la caballería. No lo ha hecho sin razón, sino para evitarle males con los que la Dama Vidua (de este modo se hace referencia a la madre de Perceval en el texto) había tenido contacto directo: el padre y dos hermanos de Perceval, a ninguno de los cuales éste último llegó a conocer, habían muerto en el transcurso de acciones armadas en las que participaban.

Es entonces cuando se revela el papel destacado del linaje en esta historia. Perceval, aunque él lo desconozca, pertenece a una ilustre familia de caballeros que se encuentra en decadencia. A pesar de su desconocimiento, algo de la vocación perteneciente a su linaje debió recibir, puesto que en la primera ocasión en la que entra en contacto con un caballero le despierta tanta admiración, expresada con la frase “¡Ojalá fuera yo igual, así de resplandeciente y hecho así!” (Carlos Alvar (ed.) 2006, 53), que no puede sino corresponder con imitación y decide convertirse él mismo también en caballero. Ni que decir tiene que tanto el primer contacto con un caballero como la determinación de Perceval de convertirse en caballero escapan a la voluntad de su madre, es más, se producen muy a su pesar.

¿Qué sentido tiene presentar a quién va a ser un gran caballero, Perceval, desnudo de todo conocimiento en lo que a las virtudes de la caballería se refiere? La respuesta es que ello permite trasmitir al lector el “programa educativo del perfecto caballero” (VV.AA. 1988), el proceso de aprendizaje e interiorización de dichas virtudes. De hecho, a Perceval, en un primer momento, no le interesan siquiera esas virtudes: toma la determinación que toma por la parte superficial que envuelve a los caballeros que ve, como demuestra la lo que dice en frase ya citada, y no por lo profundo, por la defensa de las damas, por el perdón al adversario vencido, por la costumbre de frecuentar las iglesias, etc.

De hecho, no es hasta que se cruza con Gurnemanz y éste le forma como caballero que consigue la aprehensión de este código ético. Hasta entonces, aunque es ágil y apto en las acciones armadas (lo que ya de por sí es condición necesaria para ser caballero), su comportamiento en la corte y el castillo no es el que se espera de él.

Ya comentado el papel que juega la Dama Viuda en la formación de Perceval, no queda sino comentar el que juegan otras mujeres. La intervención de dos mujeres es esencial en para el desarrollo de la historia. Una, la de su madre; otra, la de su prima: “soy tu prima hermana y tú eres mi primo hermano. Y no me apena menos la desgracia que te ha ocurrido al no indagar qué se hacía con el Grial y adonde se le lleva y la muerte de tu madre”. Es ella quien hace saber al caballero que en una ocasión entró en contacto con el Grial, y que si ahí no acabó su búsqueda es porque no preguntó si lo que veía era o no el preciado objeto (Carlos Alvar (ed.) 2006, 11). Tal cosa ocurrió como castigo por haber dejado morir a su madre, a la que no atendió en un desvanecimiento por no saber a ciencia cierta si se trataba de un desmayo o de su muerte y no querer interrumpir su camino que le llevaría a ser nombrado caballero.

En el desarrollo de todos estos acontecimientos, el lector va recibiendo informaciones al tiempo que lo hace Perceval, de forma que al fin puede hacerse una composición de lugar completa que permite comprender la historia.

Bibliografía

Carlos Alvar (ed.) El cuento del Grial (2006) Alianza Editorial. Madrid.

VV.AA. El nacimiento de un nuevo género literario (1988) Ars Medica: revista de Estudios Medico Humanísticos. Santiago de Chile. Disponible en http://escuela.med.puc.cl/publ/ArsMedica/ArsMedica10/Ars16.html.